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  • Foto del escritorDIÓCESIS DE ZIPAQUIRÁ

CRISTO, ES NUESTRO REY

Comunicaciones CFS


La última fiesta del II tiempo ordinario de nuestra Iglesia Católica es la Solemnidad de Cristo Rey del Universo; este momento es muy importante porque se convierte en la celebración que cierra el año litúrgico y a la vez, da apertura a uno de los tiempos más anhelados por los fieles: Adviento.


Y es que reconocer a Cristo como Rey en este momento, es en primer lugar, darle la gloria por el año vivido, por las bendiciones recibidas, por permitirnos conocer y acercarnos un poco más al misterio de su Amor; pero también, es el tiempo de parar, de hacer silencio, de entrar a lo más íntimo del corazón y evaluar qué tanto, verdaderamente Él es y ha sido el Rey de nuestras vidas.


Las dos características más sobresalientes de un Rey son el ser Monarca que es la más alta representación de un territorio y, el ser Soberano, que es quien posee una autoridad suprema y es alguien extraordinario.


Si vemos a Cristo, sabemos que Él cumple con estas dos características, es el representante del Cielo aquí en la tierra y, es Él, quien de forma extraordinaria ha trasformado la historia del universo con su amor y enseñanza.


Hacer memoria en estos días es completamente importante; por eso, recordemos aquél momento en el Calvario donde el buen Ladrón reconoce a Jesús como su Rey:

“Y le pedía: “Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino”. Jesús le contestó: “Te aseguro que hoy estarás conmigo en el paraíso”. Lc 23, 42-43


El buen ladrón tuvo su gran encuentro con Jesús en la Cruz, fue allí, en el dolor, la desolación y el rechazo, donde él logró ver la realeza de Jesús; pues el ver a Cristo soportar en silencio las burlas y los maltratos de los soldados, las insinuaciones de los magistrados y la maldad de las personas, hizo que los ojos de su corazón se abrieran, que su mente se iluminara y supo al lado de quién estaba.


Junto a él, estaba del Rey de la humildad, aquel que reina desde el silencio sin alardear de su grandeza; estaba Jesús con el poder de Amar y soportar todo por Amor, estaba el hijo de Dios que vino a entregar su vida para salvar a la humanidad entera y, sobre todo, este buen ladrón, supo que a su lado estaba el Rey del Perdón.


Por eso, en un acto de valentía, se atreve a defenderlo de los insultos que el otro malhechor crucificado tenía hacia Jesús para luego hacer una de las profesiones de fe más hermosas de la Biblia, y cuánta humildad había en su corazón que este buen ladrón solo le dijo que se acordará de Él, y Jesús como Rey de la Eternidad, le otorga el perdón y más aún, lo salva y lo lleva con Él al su reino, que es nada más y nada menos que el paraíso.


Jesús nos mostró que su trono es la Cruz… qué tal si le pides al Espíritu Santo que te dé la gracia y valentía de crucificarte con Cristo y desde allí, ver y sentir todo lo que vivió este buen ladrón, empezando, por reconocerte pecador y débil, defendiendo a Jesús, amando la Iglesia, sin esperar recompensas, reconociendo que Dios es el Rey del universo.


Realiza una pausa en estos días, saca un espacio para que entres en oración y medites en las siguientes preguntas: ¿He obedecido a los mandatos de mi Rey? Cuando Él me ha llamado ¿He sido diligente y he dado una respuesta de amor? ¿He escuchado su palabra? ¿Le he servido con decisión? ¿Le he contado a las personas sobre este Rey tan especial? Pero sobre todo y con gran honestidad piensa: ¿En verdad he dejado que Cristo Rey tome posesión de mi alma, mente y corazón para que gobierne mi vida y dirija mi existencia?


Con estas respuestas tendrás un gran balance sobre tu realidad espiritual, estamos seguros de que el Espíritu Santo iluminará tu conciencia y te permitirá ver con claridad. No te alarmes por los resultados, por el contrario, ten la certeza de que Cristo es el Rey del Perdón y está dispuesto a llenarte de su misericordia, por eso, siéntete amado por este Señor que quiere llevarte al Paraíso.


Y a partir de este momento, con gran confianza y abandono, deja que Cristo reine en tu vida, permítele entrar a tu corazón, deja que Él te lleve al trono de la Cruz y que te acompañe, te guíe y sostenga, porque es allí, en nuestra vulnerabilidad y dolor, donde se abrirán nuestros ojos y diremos con Amor: ¡Viva Cristo Rey!


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