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6 de noviembre de 2022

 

DOMINGO 32° DEL TIEMPO ORDINARIO
1. Poderosos ignorantes

Los saduceos, con imaginaciones y especulaciones, quisieron dejar en ridículo la fe en la vida eterna; ellos eran miembros de un partido que, con los fariseos, se alternaban en la dirección del Senado Judío. Ambos partidos mantenían notables diferencias. Los saduceos colaboraban frecuentemente con los romanos invasores, eran de la aristocracia o burguesía; en materia religiosa, eran conservadores; sólo aceptaban plenamente los 5 primeros libros de la Biblia, los “libros de Moisés”, o “pentateuco”. El tema de la resurrección abría un verdadero abismo entre ellos y los fariseos. En oposición a los fariseos, los saduceos no admitían la doctrina de la inmortalidad y de la resurrección de los muertos.

 

Los saduceos, planteando el caso de una mujer que estuvo casada con siete hombres, pretenden comprobar que es algo absurdo creer que el hombre resucite después de morir. El caso que construyen, se basa en la ley del “levir”, que en latín significa “cuñado” (Deut. 25,5-10). Esa ley, propia del Cercano Oriente, tenía como objetivo asegurar la descendencia de un hermano fallecido y garantizar la estabilidad de los bienes familiares.

 

El planteo de los saduceos es claro: suponiendo que siete hermanos tienen relaciones con la misma mujer, y todos mueren sin dejar descendencia, ¿de cuál de ellos será esposa en el día de la resurrección?

2. Una respuesta doble

La respuesta que Jesús les dio fue doble: Que la vida resucitada es muy diferente a esta vida mortal, como es diferente el árbol de la semilla. Jesús deja en claro que la resurrección no es una simple continuación de la vida terrenal, sino que es una vida distinta, nueva, una vida en plenitud. Difícilmente se puede imaginar, y menos, comprenderla desde la existencia terrenal, tan poco como un bebé, mientras se halla en el vientre de su madre, puede imaginarse, y menos comprender este mundo con todas sus plantas, flores, animales, personas, arroyos, con todo lo que hay en esta tierra.

La vida nueva supera todo lo que podamos imaginar. La resurrección no es una prolongación de esta vida, de lo que conocemos, sino una profunda transformación. Para expresar esto, Jesús usa una comparación: la nueva existencia es como la de los ángeles. Jesús les comprueba a los saduceos que no sólo tienen una idea equivocada de la Resurrección, sino que tampoco se fijan bien en la Sagrada Escritura. Les recuerda un texto del libro del Éxodo, uno de los pocos que ellos admiten como palabra de Dios. En la escena de la zarza ardiente, ya aparece la verdad sobre la resurrección; allí, Dios se le reveló a Moisés y le dijo: “Yo soy el Dios de tu padre, el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob” (Ex 3,6). Abraham, Isaac y Jacob ya habían muerto hace siglos. Sin embargo, Dios se llama a sí mismo el Dios de todos ellos. Si Dios es el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, es porque ellos existen. Dios no es un Dios de muertos, sino de vivientes.

3. En el cielo todo es diferente

Además: si Dios viene a cumplir las promesas que les hizo a Abraham, Isaac y Jacob, es porque ellos viven; si hubieran muerto definitivamente, Dios habría sido injusto al no cumplirles en su tiempo lo prometido. Los que resucitan, “los hijos de Dios”, participan de la riqueza inagotable del Amor de Dios. En el cielo están todos unidos en el Amor infinito de Dios. Ya no será importante quién fue casado y quién no; decisivo será si se supo vivir el verdadero amor en la vida de este mundo. Al resucitar no será quitado nada, sino que se recibirá más, infinitamente más: la vida en plenitud, una alegría eterna inimaginable.

13 de noviembre de 2022

 

DOMINGO 33° DEL TIEMPO ORDINARIO
1. Será una sorpresa

La destrucción del Templo marca el fin de una etapa de la historia, pero no es el fin mismo de la historia. El texto bíblico insiste en que el fin no vendrá inmediatamente. Jesús tuvo que insistir ante sus discípulos: “No les toca a ustedes saber cuándo será”. “Esa fecha nadie la sabe, sino sólo el Padre...” “Vendrá en el momento menos pensado como un ladrón...”. Es necesario estar sensible a los signos de los tiempos. Años más tarde, San Pablo tenía que repetir lo mismo ante los fieles cristianos que se preocupaban por averiguar lo que nadie podrá saber. Todavía hoy hay sectas que pretenden tener datos sobre la fecha exacta en que el Señor pondrá fin a la historia y comenzará el juicio. ¡Ni Jesús da la fecha, ni permite confiar en los que dicen saberla! Pero sí, dice cómo reaccionar ante quienes vengan a inquietar con la noticia de que se acerca el fin del mundo: “No se dejen engañar... No los sigan”.

 

La gente se sentía orgullosa del magnífico Templo que había en Jerusalén; le hacían notar a Jesús la belleza de su construcción, el valor de los materiales y de las ofrendas votivas; pero la respuesta del Señor es diferente: “No quedará piedra sobre piedra: todo será destruido”. Dios no quiere que se ponga la seguridad en piedras.

2. Hacer lío

Jesús acaba cualquier intento de poner la seguridad y la confianza en algo de este mundo; bastará con echar una mirada a una Historia Universal para saber que toda la vida de la humanidad sobre la tierra ha sido y sigue siendo una continua sucesión de guerras y desastres, con la inevitable consecuencia de dolor y lágrimas.

 

La inseguridad es la característica de los tiempos modernos, pero los antiguos no vivían mejor. Siempre hay quienes piensan que los tiempos de su generación son tan terribles que no pueden ser peores, pero la historia va demostrando que nunca se está tan mal que no se pueda estar peor. El orden del mundo no promete seguridad al cristiano. El verdadero cristiano molesta. Jesús dice que aun los seres más queridos pueden conspirar contra el compromiso cristiano, y más de una vez tratan de alejar al creyente de su vocación y misión.

 

El testimonio firme, que en algunos casos llega hasta el martirio, es el camino que lleva a la vida eterna; los que perseveren en la fe y en el amor salvarán sus vidas, aunque les maten sus cuerpos. Esta perseverancia en el bien o “paciencia”, humanamente hoy no goza de mucho favor. Nada de resistir, de perseverar, de ser constante, pero Jesús dice: “Gracias a la constancia, salvarán sus vidas”

20 de noviembre de 2022

 

SOLEMNIDAD DE JESUCRISTO, REY DEL UNIVERSO
1. Otro modo de ser rey

También el Evangelio de la fiesta de Cristo Rey comienza con burlas abiertas; tanto los jefes de los judíos como los soldados romanos se ríen de Jesús: “Tú quieres ser el poderoso Mesías, y ni siquiera sabes ayudarte a ti mismo. ¡Qué ridículo!”. Un rey sin vestido de seda, colgado desnudo en la cruz, sin palacio, sin sirvientes y soldados, es, a lo sumo, un payaso. Para ellos, ese Jesús ha merecido con creces la inscripción irónica sobre su cabeza: “Este es el rey de los judíos” (abreviada en latín: “INRI”, letras que se pueden leer en muchos crucifijos).

 

Jesús no obligó ni obliga a nadie a creerle o seguirlo; quien no le quiso creer, podía seguir mirándolo como al hijo del pobre carpintero del interior, y al final, hasta podía derramar todas sus burlas sobre él.  Pero Jesús no se deja irritar ni desviar de su camino por las ironías de la gente.

 

Los discípulos de Jesús necesitaban contemplar su ejemplo y tienen que contar con que no serán comprendidos, sino, al contrario, que se les quiere ridiculizar.

2. Acuérdate de mí…

Jesús continúa el camino del amor hasta las últimas consecuencias. Perdona a sus propios verdugos, en el mismo momento en que lo torturan y matan; en el extremo de su propio sufrimiento y soledad, Él sigue siendo abierto y atento hacia al que está a su lado. Mientras Jesús se escapa cuando la gente lo quiso hacer rey, aquí el Evangelio lo llama Rey cuando se encuentra clavado en la cruz.  Es el momento en el que el Señor no rechaza este título, sino que, al contrario, responde concediendo lo que el malhechor arrepentido le pide.

 

El que llamamos tradicionalmente “el buen ladrón” es el único que no dice a Jesús que se salve a sí mismo, sino con una breve súplica le pide a Jesús que se acuerde de él cuando llegue a su Reino. Y Jesús le da la seguridad que ese mismo día estará junto a él en el Paraíso.​

Tanto los jefes de los judíos como los soldados, y también el criminal blasfemo estaban equivocados. Ellos pensaban que un rey debía aprovechar su poder en beneficio propio, por eso decían: “si eres rey, sálvate a ti mismo”. Los soldados romanos estaban acostumbrados a la realeza del César: un hombre que se rodeaba de lujo, y que esclavizaba a los pueblos para aumentar sus riquezas. Los jefes de los judíos, por su parte, pensaban en un Rey Mesías que viniera a establecer triunfalmente un reino terrenal que los liberara de sus enemigos políticos y dominara a las demás naciones. Todos identifican al reinado con el dominio sobre los otros.

3. El Señor de la historia

Pero Jesús no piensa lo mismo, por eso siempre se negaba a dejarse hacer rey, y ahora permanece en silencio cuando lo llaman rey en este sentido, como si estuvieran hablando en un idioma que Él no comprende. Es muy distinta la reacción del Señor cuando escucha la súplica del “buen ladrón”. Éste pudo ser escuchado porque comprendió que Jesús era Rey para salvar a los demás, y que por esto estaba en la cruz.

 

Jesús vivía hasta el final el verdadero amor. Renunció a todos los medios exteriores de poder, su trono fue la cruz y su corona fue de espinas, porque se humilló hasta aceptar la muerte por la humanidad, “Dios lo exaltó, y le dio el Nombre que está sobre todo nombre, para que al nombre de Jesús se doble toda rodilla en el cielo, en la tierra y en los abismos, y toda lengua proclame para gloria de Dios Padre: Jesucristo es el Señor” (Flp. 1,9-11).

 

La inscripción que habían puesto sobre su cabeza para dejarlo en ridículo se cumplió de verdad, y más todavía: Jesús no solamente es el Rey de los judíos, sino de todo el mundo. El que fue, y para algunos lo sigue siendo, una figura de burla, es en realidad el Señor poderoso de la historia.

27 de noviembre de 2022

 

PRIMER DOMINGO DE ADVIENTO
1. La palabra adviento

Con este domingo comenzamos, una vez más, el tiempo litúrgico del Adviento. “Adviento” significa “advenimiento”, llegada, y se refiere a la venida de Cristo. Ésta es múltiple: la primera, que festejaremos en la Navidad; la última, que coronará la historia humana; Y, entre ambas, otra que podemos llamar “intermedia”, en la cual Cristo viene en todo momento a cada persona, a cada comunidad, a cada generación. Esta constante y actual venida de Cristo a nosotros es fruto de la primera y anticipo de su llegada definitiva al fin del mundo.

 

En la época en que Jesús predicaba, los judíos hablaban del “Hijo del hombre” que tenía que venir. Interpretando algún texto de la Biblia y de algunos otros libros religiosos de ese tiempo, se esperaba la venida de una persona que debía llegar desde el cielo para hacer un juicio en nombre de Dios. Jesús dice que el “Hijo del hombre” es Él mismo. El Señor prefiere este nombre cuando se trata de su venida que tendrá lugar al final de los tiempos cuando venga como Juez.

 

Los discípulos le habían preguntado a Jesús, cuándo será su venida como juez y el fin del mundo. La respuesta del Señor es bien clara: nadie sabe nada, sólo el Padre. Si bien no conocemos el día ni la hora, sin embargo, es seguro que el Hijo del hombre vendrá; Por eso hay que estar siempre preparado, porque el Señor vendrá en el momento menos pensado.

2. Varias comparaciones

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La comparación con la gente de la época de Noé es parecida con la del hombre moderno, que, a primera vista, parece ser muy previsor por sus progresos tecnológicos, y sin embargo da la impresión de no saber hacia dónde dirigir su vida. Lo mismo que en tiempo de Noé, todos vivían una “vida normal”. Sólo Noé, bajo las burlas de sus contemporáneos, supo mirar más allá de “lo normal” y preparó la salvación de su familia. Los demás se despertaron cuando ya era demasiado tarde. Los que se sentían seguros y se dedicaba solamente a beber y a comer, fueron arrasados.

3. Otra parábola

La segunda parábola está tomada del asalto del ladrón, también hoy muy actual; todo el mundo corre el peligro de ser asaltado por ladrones, y ya se sabe que ellos no avisan cuándo van a pasar.

 

Llama la atención que Jesús se haya comparado con un ladrón. Lo que quiere subrayar es que su venida será sorpresiva. El factor sorpresa puede ser una enfermedad, un accidente, una traición o la misma muerte. “Mi hora” llegará inesperadamente, y puede llegar en cualquier momento; posiblemente ya no habrá más un mañana o una próxima semana. Ahora es la hora de la gracia, por eso se debe hacer el bien ahora. Mañana tal vez ya no se podrá hacer. Pero Jesús no invita a vivir angustiados sino a estar despiertos preparados. Cristo vendrá no solamente como juez, sino también, y ante todo como Salvador.

Los dos ejemplos que ilustran esta exhortación insisten en el descuido de los contemporáneos de Noé y del dueño de la casa, en la llegada imprevista del diluvio y el ladrón y en la ruina que provocan ambos acontecimientos.

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