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4 de diciembre de 2022

 

SEGUNDO DOMINGO DE ADVIENTO
1. Juan y Jesús

Juan Bautista era el guía de un gran movimiento popular; su mensaje estaba centrado en la inminencia del juicio de Dios, y por eso mismo, en la urgencia de la conversión. Su bautismo, un rito de lavado y purificación, era el sello de esta conversión.

 

El comienzo de la vida pública de Jesús estuvo muy relacionado con el movimiento de Juan. En primer lugar, los primeros cristianos identificaron a Juan con el mensajero del que se habla en el libro del profeta Isaías (cap. 40). Allí se anuncia la buena noticia de la llegada del Reino de Dios. Dios viene como rey para liberar a su pueblo que se encuentra en la esclavitud en un país extranjero, pero antes envía a su mensajero para que proclame que ha llegado el momento de preparar en el desierto un camino para el Señor. Al decir que Juan Bautista es este mensajero, indirectamente se dice que Jesús es Dios y que viene a salvar a su pueblo de la esclavitud y a instaurar su Reino.

 

En segundo lugar, San Mateo relaciona a Juan Bautista con el profeta Elías. En este texto se dice cómo era la vestimenta de Juan Bautista: una túnica de piel de camello y un cinturón de cuero; en otro lugar de la Biblia (2 Reyes 1,8) leemos que esta era la vestimenta que usaba el profeta Elías. Este era uno de los personajes más notables del Antiguo Testamento, que se distinguió por sus asombrosos milagros y por su violencia contra los paganos.

2. Juan prepara el camino

La tradición judía, atestiguada ya en la Biblia, afirma que antes de llegar el Mesías, Dios enviará nuevamente al profeta Elías para que anuncie y prepare su llegada. En otras partes del Evangelio de San Mateo (11,7-15; 17,11), Jesús mismo da testimonio de que este retorno de Elías se ha cumplido en la persona y en el ministerio de San Juan Bautista. De esta manera queda claro que Juan Bautista es el mensajero y precursor del Mesías, y Jesús es el Mesías. San Juan se presenta como el último de los profetas, el que viene a anunciar que ya está por cumplirse todo lo que ha sido anunciado y prometido en los libros de la Antigua Alianza.

3. Llamados a la conversión

La Palabra de Dios insiste en dos cosas: Dios ofrece misericordiosamente su perdón, pero para recibirlo, hay que disponerse por medio del arrepentimiento y la penitencia. Esto se ve en la predicación de San Juan Bautista; él lava a las multitudes que confiesan sus pecados; ellos podrán ser bautizados después por Cristo en el fuego del Espíritu Santo. A los endurecidos e hipócritas les exige que muestren buenas obras que den testimonio de una sincera conversión. Nadie tendrá seguridad en privilegios de raza, de grupo o de apellido; lo que cuenta es “producir el fruto de una sincera conversión”.

 

La conversión es un cambio profundo de corazón, de la manera de pensar y de actuar, es aprender a sentir, pensar, hablar y actuar en el Espíritu de Jesús. Nada destruye tanto como el pecado, cualquiera que sea su forma: egoísmo, ansias desmedidas de poseer, de gozar, de dominar. La conversión es volver a Dios con todo el corazón y, a la vez, reencontrarse consigo mismo.

 

Leer: Mc 1, 1-8; Jn 1,23; 2R 1,8; Jn 5,35; Am 5,18; Rm 9,7-8; Ga 4,21-23. 

Juan Bautista se presenta en la zona desierta cercana a Jerusalén, a orillas del río Jordán. Allí cumple su misión de preparar al pueblo para la llegada del Salvador; acompaña los lavados de penitencia con una predicación que amenaza con juicio y castigo. En sus palabras se escucha el eco de muchos profetas del antiguo Testamento que anunciaron el juicio condenatorio de Dios sobre los pecadores. Las imágenes que usa –el hacha puesta en la raíz de los árboles que no den fruto, el fuego inextinguible, la escobilla que separa la paja del trigo– son figuras que inspiran temor.

8 de diciembre de 2022

 

SOLEMNIDAD DE LA INMACULADA
CONCEPCIÓN DE MARÍA
1. La ciudad de Nazaret

El texto que leemos hoy dice que María vivía en la "ciudad de Nazaret". De hecho, Nazaret fue un pobre pueblito en el norte del país, marginado y despreciado. Una vez más Dios muestra su preferencia por los débiles, comenzando la obra de Salvación desde un lugar humilde.

2. El nombre de María

​"María" es la forma griega de "Miriam", un nombre entonces muy común entre los judíos. Era el nombre de la hermana de Moisés, quien liberó al pueblo de la esclavitud de Egipto. Esta joven Miriam iba a llegar a ser madre de Jesús que liberó al hombre definitiva­mente de todo mal, incluida la muerte.

3. El mensajero de Dios

El envío del Ángel, o sea: mensajero "que está delante de Dios", insinúa que iba a tener lugar una revelación divina referente al fin de los tiempos, es decir: la plenitud del tiempo de Salvación. El Ángel Gabriel estaba especializado en esta clase de revelaciones (Ver Daniel). Su saludo "alégrate" recuerda las palabras de varios profetas para invitar al pueblo de Dios a la alegría cuando lleguen los tiempos de Salvación. En la persona de María se hace presente la comunidad de los tiempos de la Salvación.

 

Cuando se reza el "Dios te salve, María", se repiten las palabras inspiradas por Dios con que el Ángel e Isabel saludaron a María. La auténtica devoción a María no sólo no aparta de Cristo, sino, al contrario, impulsa hacia Él.

4. Las costumbres judías

Dios había prometido a David que su casa y su reino "durarán eter­namente" (2 Samuel 7,16). María estaba comprometida con José, descendiente de David y ya se había celebrado la parte legal del casa­miento, el "contrato matrimonial". Por eso, su hijo será considerado legalmente, según la línea paterna, como descendiente de David.

 

Según la costumbre, las parejas ya casadas legalmente, no vivía bajo el mismo techo. La novia seguía un tiempo en la casa paterna hasta que su marido venía a buscarla y llevarla a su propia casa, en la fiesta de las bodas. El Espíritu de Dios estaba presente para realizar la obra de la creación (Gn 1,2).

En Éxodo 40,34 ss, se dice que la nube divina cubría con su sombra la Carpa del Encuentro; ahora se dice que el poder del Altísimo cubrirá a María con su sombra. Ella es la "Carpa del encuentro", el arca o la morada de Dios, en la que habitará en adelante el Santo por excelencia, el "Hijo de Dios".

5. Las promesas de Dios

Es Dios quien hace sus promesas y para cumplirlas requiere la colaboración del hombre. Representando a toda la humanidad, María dijo que sí a Dios, plenamente y sin poner condición alguna, totalmente abierta hacia la Vida Nueva que ofrece Dios. Ella es el modelo del Pueblo de Dios y la imagen ideal de todo cristiano: fiel, humilde y perfectamente obediente a la Palabra de Dios.

 

Leer: Mateo 1, 18; Sofonías 3, 14-15; Zacarías 2, 14; Isaías 7, 14; Mateo 1, 21; 2 Samuel 7,1; Mateo 9, 27; Daniel 7,14; Mateo 1, 20; Hechos de los apóstoles 3,14.

11 de diciembre de 2022

 

TERCER DOMINGO DE ADVIENTO “GAUDETE”
1. Juan Bautista cree en Jesús

Juan está perplejo por las noticias que tiene de Jesús. Estando preso como víctima del odio de la amante del rey, ha oído hablar del comportamiento de Jesús, y ha quedado confuso. Había anunciado a un Mesías que vendría a castigar a los pecadores, como un juez que “tiene en su mano la escobilla y limpiará su era: recogerá su trigo en el granero y quemará la paja en un fuego inextinguible”. Pero Juan Bautista no ve que Jesús dé a cada uno su merecido, sólo oía hablar de los milagros que hacía, comía con pecadores, tuvo compasión de la multitud, etc., sin embargo, no reprochó a Jesús ni dejó de creer en él, al contrario, con toda humildad, mandó a sus discípulos para que le preguntaran. El que era maestro de otros, no se avergonzó de que sus discípulos vieran que él también debía ser instruido.

2. Jesús responde a Juan

La respuesta de Jesús, a primera vista, se refiere a sus milagros, pero hay algo más, cada una de esas afirmaciones corresponde a un texto del profeta Isaías en el que también habla de ciegos que comienzan a ver, paralíticos que saltan y todo esto en un contexto en el que se está anunciando el tiempo de la Salvación.

 

No se trata entonces de milagros que favorecen a uno o a otro, sino de todo un pueblo que se encuentra ciego, sordo, mudo, y que necesita una intervención de Dios para sacarlo de esa situación miserable. Con su respuesta, Jesús le hace ver a Juan Bautista que sí es Él quien había de venir. Jesús declara que Juan no es un predicador oportunista, es un verdadero profeta, y más que eso: es el precursor del Mesías.

 

Leer: Is 29, 18-19; Dt 18, 15; Dn 7, 13; Lc 4, 18-21; Mt 3, 11; Hch 13, 24-25.

18 de diciembre de 2022

 

CUARTO DOMINGO DE ADVIENTO
1. José un hombre justo

El primer Adviento, la llegada del Salvador, significó para José un montón de dudas y sobresaltos. Dios le exigió mucho y él le respondió a Dios enteramente. San Lucas relata los acontecimientos que rodean el nacimiento del Salvador, desde la perspectiva de su madre María. En este Evangelio de San Mateo, sin embargo, José no es el hombre que queda al margen de la historia; no es ninguna figura de sombra no más. En los dos primeros capítulos de San Mateo su actuación es muy importante. Aparece como el modelo del “justo”, el hombre que “ajusta” todo su pensar y actuar a la voluntad de Dios.

 

Detrás de José aparece por todas partes la acción de Dios. Es Dios quien actúa valiéndose de sueños y mensajeros, y sobre todo del Espíritu Santo, para hacer presente a Jesús en medio de la historia de los hombres.

2. El Emmanuel

En realidad, todo el relato es una presentación de Jesús. Se trata de su origen. Al comienzo de su Evangelio, que es el texto que precede, Mateo trae el árbol genealógico de Jesús.  Allí se dice que Jesús es el hijo de Abraham y de David. Ahora se nos desvela que es sobre todo el Hijo de Dios, el “Dios con nosotros” la presencia viva de Dios en medio de su pueblo.

En caso de infidelidad, la ley de Moisés preveía dos soluciones: la denuncia pública y la ejecución por pedradas (Dt 22,13-21), o la separación en privado (Dt 24,1). José, sin dejar de ser obediente a la ley, elige la segunda. Si entre las dos ceremonias de casamiento la pareja tenía un hijo, éste era considerado hijo legítimo de ambos. El Ángel, al hablarle en sueños, lo llama a José “hijo de David”. José, a pesar de su pobreza y humildad, pertenece a la descendencia de David. A ese rey se le prometió que de su familia vendría el Mesías, el Salvador de todos los hombres. Por la descendencia de José, el niño que nacerá es de la familia de David, es “hijo de David”.

4. Un nombre, una misión

La misión de Jesús aparece anunciada en el nombre que José le debe imponer por mandato de Dios. “Jesús” significa “El Señor salva”. Este niño no solamente indica la presencia de Dios junto a su pueblo, sino él mismo es Dios, es “Emmanuel” “Dios con nosotros”. Jesús es Dios entre nosotros y para siempre.

 

            Leer: Lc 2,1-7; Lc 1,26-27; Lc 1,35; Dt 22,13-2.

3. Un compromiso adquirido

El texto dice que María, mientras “estaba comprometida con José y, cuando todavía no habían vivido juntos, concibió un hijo por obra del Espíritu Santo”. También se llama a José, Esposo de María. Esto tiene una explicación.

 

En aquellos tiempos la celebración del matrimonio constaba de dos partes. En la primera se hacía toda la parte legal, lo que llamaríamos el “contrato matrimonial”. Después de esta ceremonia los novios ya eran legalmente esposos, pero todavía no iban a vivir juntos, sino cada uno de ellos seguía en casa de su familia, y así transcurrían a veces varios meses. A esto nos referimos al decir que María estaba comprometida con José. En otro momento se realizaba la segunda ceremonia, que era más festiva y familiar. El esposo iba acompañado de sus amigos a la casa de la esposa y la traía en alegre procesión a su propia casa. Allí se realizaba la fiesta de bodas, y a partir de ese momento comenzaban a vivir juntos.

25 de diciembre de 2022

 

SOLEMNIDAD DEL NACIMIENTO DEL SEÑOR
1. Él es la Palabra del Padre

El prólogo es lo primero que se ve al abrir el evangelio de Juan. Pero fue el último texto en ser escrito. Es el resumen final, puesto en el comienzo. En él, Juan describe el camino de la Palabra de Dios. Ella estaba junto a Dios, desde antes de la creación y por medio de ella todo fue creado. Todo lo que existe es expresión de la Palabra de Dios. Como la Sabiduría de Dios (Proverbios 8,22-31), la Palabra quiso llegar más cerca de nosotros y se hizo carne en Jesús. Vino en medio de nosotros, realizó su misión y volvió a Dios. Jesús es esta Palabra de Dios. Todo lo que dice es comunicación que nos revela al Padre.

 

Diciendo “En el principio era la Palabra”, Juan evoca la primera frase de la Biblia que dice “en el principio Dios creó el cielo y la tierra” (Génesis 1,1). Dios creó todo por medio de su Palabra. “El habló y las cosas empezaron a existir” (Salmo 33,9; 148,5). Todas las criaturas son una expresión de la Palabra de Dios. Esta Palabra viva de Dios, presente en todas las cosas, brilla en las tinieblas. Las tinieblas intentan apagarla, pero no lo consiguen. La búsqueda de Dios, siempre nueva, renace en el corazón humano. Nadie consigue taparla. ¡No conseguimos vivir sin Dios por mucho tiempo!

2. Testimonio del bautista

Juan Bautista vino para ayudar al pueblo a que descubriera y saboreara esta presencia luminosa y consoladora de la Palabra de Dios en la vida. El testimonio de Juan el Bautista fue tan importante, que mucha gente pensaba de él que era el Cristo (Mesías) (Hechos 19,3; Juan 1,20). Por eso, el Prólogo aclara diciendo “¡Juan no era la luz! ¡Vino para dar testimonio de la luz!” Así como la Palabra de Dios se manifiesta en la naturaleza, en la creación, así mismo se manifiesta en el “mundo”, esto es, en la historia de la humanidad y, en particular, en la historia del pueblo de Dios. Pero el “mundo” no reconoció ni recibió la Palabra. Él “vino para los suyos, pero los suyos no lo recibieron”. Aquí, cuando dice mundo, Juan quiere indicar el sistema tanto del imperio como de la religión de la época, ambos encerrados en sí mismos y, por eso mismo, incapaces de reconocer y recibir la Buena Nueva (Evangelio), la presencia luminosa de la Palabra de Dios.

3. Dios no quiere quedarse lejos de nosotros

La Palabra de Dios llegó más cerca todavía y se hizo presente en medio de nosotros en la persona de Jesús. El Prólogo dice literalmente: “La Palabra se hizo carne y puso su tienda entre nosotros”. Antiguamente, en el tiempo del éxodo, allí en el desierto Dios vivía en una tienda en medio del pueblo (Éxodo 25,8). Ahora, la tienda donde Dios mora con nosotros es Jesús, “lleno de gracia y de verdad” Jesús vino a revelar quién es este Dios nuestro, que está presente en todo, desde el comienzo de la creación.

4. De muchas maneras habla Dios

La Biblia nos muestra las diversas formas que Dios eligió para hablar a los hombres. Aparte de la creación, que es un libro abierto que habla del Creador, Dios eligió un pueblo y le mandó mensajeros, los profetas, y finalmente envió a su propio Hijo quien habitó entre nosotros. Jesús es la culminación de todas las maneras de la presencia de Dios en medio de los hombres. Pero como los profetas de la Antigua Alianza, tampoco Jesús fue recibido por los suyos. La mayoría de los judíos no lo recibieron. La “carne” indica lo débil, caduco, impotente. Dios, en Jesús, se hizo carne, un hombre débil, para que el hombre comenzara a ser hijo de Dios.

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Las personas que se abren, aceptando la Palabra, se vuelven hijos e hijas de Dios. La persona se vuelve hijo e hija de Dios no por propios méritos, ni por ser de la raza de Israel, sino por el simple hecho de confiar y creer que Dios, en su bondad, nos acepta y nos acoge. La Palabra de Dios entra en la persona y hace que ella se sienta acogida por Dios como hija, como hijo. Es el poder de la gracia de Dios.

30 de diciembre de 2022

 

FIESTA DE LA SAGRADA FAMILIA
1. Jesús sufrió el destierro y la persecución

Este breve relato de la huida y vuelta de Egipto se desarrolla en una doble situación: por un lado, la persecución que sufre Jesús; y por el otro lado, la constante presencia de Dios que se sirve de su mensajero y de los sueños para avisar a José lo que debe hacer. Al componer este pasaje, Mateo tenía presentes a los judíos que no aceptaban a Jesús, pero, ante todo, deseaba confirmar la fe de su comunidad en Jesús, el Hijo de Dios. San Mateo invita a descubrir la presencia de Dios incluso en las situaciones adversas.

 

José sigue siendo aparentemente la figura destacada de esta historia, el representante de la familia de David que colabora para llevar adelante el plan salvador de Dios. Cuando San Mateo relata la huida a Egipto y lo que se cuenta entre los dos textos que leemos en esta fiesta: la matanza de los niños de Belén, lo hace con la intención de que sus lectores recuerden otras escenas de la Biblia. Por el libro del Éxodo nos enteramos que una vez hubo otro rey que mandó matar a los niños de todo el pueblo de Israel; fue el faraón de Egipto; hubo un niño que se salvó de la matanza y pudo salvar más tarde a su pueblo: ese niño era Moisés. También, otros detalles recuerdan los comienzos de la vida de Moisés, aparte de la matanza de niños inocentes: la huida del joven Moisés, porque el faraón trataba de acabar con él, y su vuelta a Egipto cuando habían muerto los que intentaban matarlo (Ex 1-4). El paralelismo entre Jesús y Moisés es evidente. Jesús es el nuevo y verdadero Moisés que salvará definitivamente a su pueblo.

2. Un destierro prefigurado

San Mateo entrelaza otros elementos que establecen una relación entre Jesús y el pueblo de Israel. La huida de Jesús y de su familia recuerdan el traslado de toda la familia de Jacob-Israel, que emigró a Egipto por designio de Dios (Gen 46). La vuelta a la tierra de Israel recuerda el camino que había recorrido el pueblo de Israel en sus orígenes. Dios había dicho que el pueblo de Israel era su hijo, por eso intervino para salvarlo. Jesús, que es el verdadero Hijo de Dios, inicia desde Egipto el nuevo y definitivo éxodo. La Pascua que salva de la muerte y da la vida eterna.

3. La Sagrada familia

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Mateo relaciona los comienzos de la vida de Jesús con los comienzos del pueblo de Israel. El pueblo de Israel, llamado hijo de Dios y perseguido por un tirano, es una figura profética de Jesús. Con Jesús comienza un nuevo pueblo de Dios. Él es el verdadero Hijo de Dios que vence a todos los tiranos, inclusive a la muerte, e introduce definitivamente en la tierra prometida el Reino de Dios.

Se ve que San Mateo escribió este texto para demostrar de qué manera admirable se han cumplido en Jesús los anuncios de los Profetas. Sin embargo, la Iglesia nos pone este trozo del Evangelio para la fiesta de la Sagrada Familia.

 

A María y José se les ha confiado el Hijo de dios. Ellos tienen que ocuparse de todo lo que este hijo necesita para su sano desarrollo. María y José, dejando de lado toda conveniencia personal, asumen con responsabilidad el papel de padres que Dios les encomienda. Con el riesgo de su propia vida, protegen y defienden la vida de este hijo que es el Hijo de Dios. Lo que Dios les exige no resulta siempre claro, y a veces es extremadamente difícil.  Herodes prefiere la seguridad de su poder y posición adquirida cruelmente. María y José, al contrario, prefieren la seguridad de la Palabra de Dios, aunque esto signifique tener que abandonarlo todo.

 

María y José estaban mutuamente comprometidos y habían tenido sus propios planes para su vida. Ahora los deben olvidar, lo único que interesa es Jesús. Ya no hay tranquilidad ni comodidad.

 

Leer: Ex 2,15; 1R 11,17-40; Ex 4,19-20; Lc 2,39.51; Hch 2,22.

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